Por la periodista María José Fernández Sánchez
Presentación de un libro caligrafiado, noticia sobre la donación de un cuadro en las Descalzas de Badajoz y moraleja que conlleva el arte, que nos salva.Es una de mis frases favoritas que llevo prendida en la memoria desde hace bastantes años (“etapa en la que me aferré a la escritura para superar una grave enfermedad familiar”). Llegado este momento pensé que dicha reflexión era mía, e incluso intransferible; no obstante ya poco importa si ha sido así: la podemos ver pululando por Internet; de modo que me he llevado una sorpresa al comprobar su otra procedencia (“Sólo el arte nos salvará”, de Lupe Cajías, periodista mexicana).
Lo
que queda claro es que el arte es una actividad cultural que nos
ennoblece, nos salva (“lo aplico en presente”) de la mediocridad, de la
monotonía, de la tristeza, etc. Tomamos como ejemplo de artista a la
pintora María Luisa Grande –ella lo sabe y, además, lo ratifica–: es una
mujer nacida para amar la vida, incluso después de la pérdida de sus
dos hijos*. Desde entonces, Grande se viene entregando en cuerpo y alma
a la pintura, aunque lo iniciase, como ella nos apunta, a una edad
tardía; sin embargo, “nunca es tarde si la dicha es buena” (frase del
refranero popular) al no tener pereza para dedicarse también a la
música, ya que toca el saxo y lo viene alternando con la pintura.
Conocí
a esta mujer en una celebración religiosa, concretamente en las
Descalzas de Badajoz. Fue un domingo por la mañana, cuando me la
presentó mi marido: ambos se conocieron un sábado en las Laudes
matutinas. Uno de esos días, Grande le dejó un libro muy especial a
mi esposo. Al hojearlo me di cuenta que era diferente a lo que tenemos
por costumbre ver en las librerías, ya que está escrito a mano y en él
vienen publicados algunos de los cuadros de María Luisa. Los motivos
pictóricos son fundamentalmente florales, paisajísticos y religiosos.
Esta mujer trabajadora, sencilla y piadosa “lleva pintado en 20 años en
la pintura” alrededor del centenar de cuadros. La mayor parte de su
producción ha sido donada a algunas iglesias, conventos, etc., (el
último cuadro –suyo– fue para el convento de las Descalzas de Badajoz:
“Cristo crucificado”, original de Velázquez, con unas dimensiones de
86x110).
Esta
músico-pintora tiene un secretario personal, llamado Laureano Martín
Posada, profesor jubilado, que le acompaña en sus exposiciones de
manera, fiel, pausada y cariñosa. Tengo en mis manos un libro,
perteneciente a ambos, con título: María Luisa Grande. Apuntes y
detalles de su vivir como pintora (anteriormente dije: escrito a mano y
aquí, añado, con letra clara y bella) por Laureano, su esposo, donde
refleja con minuciosidad el avatar de dicha artista extremeña, nacida en
Cáceres.
El
matrimonio suele residir la mayor parte del tiempo en Badajoz, ya que la
actividad cultural de la pintora es frenética; en cambio, su secretario
y marido es el que se encarga del hogar; no obstante, los meses de
crudo invierno se van a la playa, a Chipiona.
Para
Grande el pintar a los clásicos no es tarea fácil: los colores, las
facciones, la profundidad del encuadre... La mayor parte de toda su
técnica la tuvo que aprender; al principio fue en la Escuela de Bellas
Artes de “Adelardo Corvasí”; más tarde pasó al Aula-Escuela de María
Teresa Romero (ambas en Badajoz); para ir, año tras año,
perfeccionándose hasta atreverse a realizar exposiciones colectivas de
diferentes galerías y en certámenes culturales; después seguirían las
exposiciones individuales que, tan detalladamente, nos explica Laureano
en su libro. Para ellos este homenaje del buen hacer y sentir del arte
que nos ennoblece.
PARA MARÍA LUISA GRANDE
En ese bello libro, de partida,
hoy me ocupa la grandeza de su arte:
“Apuntes y detalles...”, un baluarte
de expresión y mirada detenida.
Son pintadas de Amor de María Luisa,
(lo escribe Laureano en su sentir)
y es Gande, de apellido, en el latir
o al plasmar a la Virgen... e ir a misa.
Con esta cacereña soy concisa,
perfilando..., a la flores, la sonrisa.
Son sus cuadros un “refugio” de vida,
al pintar olvidando... ella precisa
(madre, esposa, pintora, bien nacida
pacense-chipionera) ser querida.
“El
arte nos salva.” Nos salva porque todo él es vida: sangre, sudor,
lágrimas; genera satisfacción y alegría a su creador, hasta hallar el
camino de la pura ascensión: el arte es parte del espíritu sublime del
artista; la constante lucha por superarse, por elevarse para conseguir
tocar la perfección que nos conduce a la gloria: Felicidades, María
Luisa, por tu maravillosa pintura; a ti, Laureano, por esa preciosa
caligrafía, ambas artes ofrecidas desinteresadamente a nuestra sociedad,
ellas lograron embellecer al mundo: “que Dios os bendiga grandemente".
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