“Viene del paraíso: aguacanto de los ángeles // y trae el murmullo de la risa a mi memoria; // atrapada piel de aromas, a menta, orégano...” Es así como yo recuerdo a un amigo muy especial, sembrado entre los versos Flor de amor. El título forma parte de un poema que le dediqué en su día a este gran artista. Desde entonces lo tiene subido en artistasdelatierra.com. (un portal de arte y artistas en la red). Os invito pues, a conocer a Rafael Piedehierro Holguera; os aseguro que será una mágica experiencia que muchos de vosotros no olvidareis fácilmente.
Él
nace en Mérida, Badajoz, 1948. Desde el 1973 hasta 1982 residió en Sant
Celoni (Barcelona). Es autodidacta como escultor, pintor, dibujante;
también escribe poesía y coquetea ampliamente con la fotografía:
Piedehierro es todo un carácter, como los grandes genios creativos. Bajo
el punto vista literario viene publicando poemas desde el año 1973, con
participaciones colectivas en las revistas: Gallo de vidrio,
Libro negro, Escritos sin Forma, Correspondencia, Laberinto de
Sentimientos, Miradas de Nostalgia, Flores Nuevas, Días de Sol, Mar de
Nubes, Momentos Literarios.
Destaca, en su obra, un cuadernillo publicado en solitario, que tuve el honor de prologarlo, bajo el título: Horizontalidad sentida
(Carisma libros S.L., 2011). Se presentó ilustrado con varias de sus
obras, a todo color; acompañada de una poética larga y luminosa, cargada
de una sensualidad atrayente y sugestiva, al estilo cernudiano:
“rebeldía, pasión y amor al amor”, donde Rafael nos da un ligero asomo
de su despliegue artístico (tanto en pintura, como en dibujo, escultura y
fotografía).
“Ha bajado del balcón
de su infancia // desabrochando la pueril ternura, // entre espinos y
sollozos: // trementina de sueños en burbuja melancólica...” A este
hombre lo describo con una sensibilidad artística a flor de piel. En
varias ocasiones he estado en su chalé, donde vive habitualmente: un
amplio espacio luminoso, a las afueras de Badajoz, ocupado con toda
clase de obras de arte –entre ellas pinturas de grandes artistas, amigos
suyo, conocidos...– que se mezclan con la gran producción de su obra;
muchas iniciadas, pendientes o inacabadas.
Este
prolífico e inquieto artista, amante de los animales, ha desarrollado
un estilo propio que, en general, viene oscilando entre el expresionismo
más o menos estilizado, en la mayoría de sus esculturas, y el
surrealismo de entrañables formulaciones mágicas. En Pidehierro cobra
vital importancia el dibujo tecnológico, utilizando materiales como el
lápiz, la tinta, el carbón, el óleo, etc. En cuanto a la escultura, es
el barro, el hierro o el bronce, el material empleado, entre otros. Cabe
destacar en su obra genérica, tanto en pintura, como en escultura o en
poesía, el talante crítico que ejerce el autor, casi siempre encaminado
a la reivindicación ecológica e injusticia social.
Tengo
obras suyas, desde hace varios años, colgadas en las paredes de mi
dormitorio y adornado el salón de mi casa: unas fueron regaladas por él;
otras mal vendidas por este gran artista, amigo mío que, con el paso
del tiempo, las he ido cogiendo cariño, al ir madurando su trasfondo
artístico y revalorizando sus trabajos.
Concretamente,
Manuel Pacheco, nos dice de él que “es poeta del barro y de otros
materiales dormidos y continúa su lucha incansable para trasladar esa
materia aparentemente muerta a una vida que ilumine el ser y realice la
suya; a una vida que deje la huella de su paso por la arena de este
relámpago del existir que se llama nacimiento y muerte”. Pilar
Parcerisas nos dice de Piedehierro que sus creaciones “ expresan el
drama existencial del hombre...”
Numerosos
críticos, amigos, conocidos... han enjuiciado muchas de sus obras, cada
uno en su momento; yo, por mi parte, tuve el honor de conocerlo desde
el punto de vista artístico y humano; me resultó –como ya anticipé– toda
una mágica experiencia: Pensador, inconformista, investigador, creador
incansable de movimientos, espacios, formas, mundos planetarios; es un
hombre con sus angustias, sus miedos, sus vacíos existenciales, para dar
paso prioritario a la viva emoción, reflejada en gran parte de su
concepción artística. Y con todo ese arte a cuestas, Piedehierro nos
ofrece una puerta abierta a la esperanza, al futuro que ha de venir, a
pesar de que muchos de sus trabajos nos resulten desgarradores, plagados
de intensa emotividad, horror o sufrimiento:
“Espectros
nacarados de Helios // imprímanse con el alma de sus ojos, // que son
hondos e impensables, // no importa el color que sean....” (a Rafael
Piedehierro, de las Bellas Artes. De Kike Gómez Saavedra).
Es
entonces, con observación detenida de sus obras, en sus diferentes
concepciones, cuando el arte de Piedehierro nos atrapa, nos transporta y
nos eleva en su melancólico sueño: un lugar inaccesible donde habla de
sus “miedos y vivo desconsuelo”; de sus soledades, pinceladas en
maravillosas tonalidades inquietas; y, también, con cada una de sus
frases poéticas, te va envolviendo en un vértigo de agua: un fluido
vital, cadencioso en el que todo acto creativo se ilumina e
inmortaliza.