Ha muerto Fidel Castro. No hay presunción sobre lo que hizo o no. Hay hechos. Sobre la totalidad de su vida digo que fue un hombre malo. Unos medios (asesinatos, tortura, propaganda, totalitarismo) que pudieran ser justificados por los fines logrados (miseria, pobreza, muerte y exilio, ese es su legado en Cuba) tal vez dulcificarían al personaje y le darían cierta razón ante la histora tres generaciones más tarde, pero no es el caso del viejo tiranosaurio. No tiene nada de qué alardear en la lejana memoria. Ha dejado un país hecho mierda y ha contagiado a varios más. El nuestro, sin ir más lejos, no está exento del patógeno castrista. Para algunos esta es una opinión. Infame, por cierto. Queda en manos de la memoria, de la nada, o de Dios, no sabemos.
La justicia de los hombres ya no le alcanzará. Y Dios, si existe, no va a admitir que le digamos tú o yo como ha de ser su juicio. Y la nada, si es lo que queda, tampoco le dirá nada. La memoria es lo que nos ocupa y preocupa. ¿Cómo se dice....? La posteridad, ese es el marco en que debemos movernos los hombres en nuestro presente.
Es irrisorio que el mundo condene lo que ya no puede ser afectado. Decía Albiac que lo finito no afecta a lo infinito. Añado que tampoco a la nada. Por eso la muerte nos unifica. Podremos hablar del legado, que es el impacto sobre lo pasado, el presente y la posteridad. Hablaremos de la huella y nos quedarán amor y odio, y sobre el muerto el impotente armamento de las consecuencias.
Descanse en paz Fidel.