Por C.R.Worth
Era su aniversario de bodas, llevaban treinta años juntos. Los hijos ya estaban todos fuera de casa: el mayor había iniciado su propia familia, su hija tenía un buen trabajo en el otro extremo del país, y el pequeño estaba terminando la carrera en una prestigiosa universidad a varios kilómetros de casa. Aunque siempre les gustaba celebrar tan señalada fecha junto a sus hijos, esta vez estarían solos.
Ella era detallista y le gustaba la perfección. Había almidonado su mantel favorito, su mejor vajilla era la que usaría hoy junto con los cubiertos de plata; había comprado un bouquet de flores exquisito para adornar la mesa y el vino favorito de su marido. Toda la habitación tenía ese aire tan romántico que tanto le gustaba iluminado por múltiples velas, mientras un suave y seductor Jazz sonaba en el estéreo.
Había preparado la comida preferida de su esposo: chuletas de cordero con guarnición de patatas al romero y zanahorias caramelizadas. Una decadente tarta de chocolate y trufas esperaba en el frigorífico para el postre.
Minerva no paraba de decirle lo feliz que le había hecho sentir todos estos años, reía con los recuerdos de aquellos momentos embarazosos que luego resultaban cómicos; y si tuviera que hacer un balance de su vida juntos, el platillo sin duda se inclinaría ante todo lo positivo en vez de los malos ratos. No significaba que no hubieran pasado dificultades, pero siempre habían salido adelante por el inmenso amor que sentían el uno por el otro.
Ella hablaba y hablaba sin parar, con esa mirada de infinito amor para su marido, hasta tal punto que no notó la presencia de su hijo mayor en la habitación, el cual había entrado en la casa con su propia llave y vio la escena quedando mudo y perplejo.
Con la voz entrecortada dijo «Mamá», ella volvió la cabeza y sonrió.
̶ Estábamos preocupados, y te hemos llamado varias veces. El día de hoy sabemos que es difícil para ti. Le comentó a su madre.
̶ Cariño, eso no tiene sentido, estoy perfectamente, tu padre y yo simplemente estamos celebrando nuestro aniversario.
Su hijo miró hacia el asiento enfrente de su madre, en la silla reposaba la urna con las cenizas de su progenitor.
Su madre lo miró con dulzura y le dijo: Que se fuera tal día como hoy hace dos años no significa que no podamos celebrar nuestro aniversario.