Por C.R. Worth
La pluma es la lengua del alma.Era una pluma piñón de cisne, en concreto del ala izquierda, ya que su propietario era diestro, y con la curvatura del cálamo era más cómodo escribir. Con un cuchillo afilado especialmente designado para estos menesteres cortó y afiló la pluma; luego la mojó en la tinta ferrogálica y comenzó a escribir.
Miguel de Cervantes
Su propietario no lo sabía, no era una pluma cualquiera, esta tenía carácter y personalidad propia. Podía sentir todo lo que escribía el autor.
La péndola rasgaba el papel y desbordaba la tinta, no podía estar en control de lo que escribía el autor, pero como era empática sí que hacía segregar el colorante de forma distinta según lo que redactaba el escritor. Cuando componía elegías, el tinte salía más fluido, derramándose como llanto en el papel, y cuando escribía algo cómico, se atascaba, le daba risa. Con el terror se le helaba la tinta, y con las historias de amor el componente férreo del tinte se oxidaba, tomando una tonalidad rojiza. Se negó a firmar ciertos contratos, pero con gusto rubricaba dedicatorias; aunque con lo que se sentía más feliz era cuando la usaba para crear. Cuando la imaginación del escritor volaba, ella volvía a su condición de ave y se elevaba otra vez.
A su manera, era su último canto del cisne.