Por Ezequiel Tena
Te llamarán conspiranoico. Lo harán los que viven muy cómodos en la cáscara. Lo harán los que sobre la cáscara encuentran la trayectoria entre dos puntos cualesquiera: has de saber que no de otra forma se construyen las versiones oficiales. Para cada verdad existen correlatos de corteza. No puede decirse...por miedo. Y por miedo no cae la insinuación de las bocas. Lo que el psicoanalista descubrió en el fondo de nuestras almas es cedido al monopolio por los hombres despavoridos, los muchos, renunciando con ello a sus potencias, a su defensa y a su propia afirmación... y acaparado, encapsulado y almacenado como fuente del mal por muy pocos, los pocos. Llamemos cáscara a la superficie de la esfera, la que habitamos y tenemos por vida normal, esa en la que nuestras miserias y logros se realizan. Sobre la cáscara nos miramos unos y otros con insultante simpleza y llamamos al mirar superficial vida oficiosa y a lo que nos quieren contar los ojos versión oficial. Sabemos que hay oscuridad y peligro, queremos caminar por la senda de las farolas. Así es nuestra vida: un temor que no se mira, una simulación de inteligencia, una mentira oficial.
Dentro de la cáscara hay vísceras, tripas y un corazón corrupto, y no suena otra cosa que el latido sórdido de la bestia humana sin ética y sin credo: el poder que puede. En el interior de la cáscara habitan la impunidad, el mal y la verdad inaccesible. En el interior de la cáscara habita junto a la suma del mal, el monopolio de la impunidad.
Dentro de la cáscara hay vísceras, tripas y un corazón corrupto, y no suena otra cosa que el latido sórdido de la bestia humana sin ética y sin credo: el poder que puede. En el interior de la cáscara habitan la impunidad, el mal y la verdad inaccesible. En el interior de la cáscara habita junto a la suma del mal, el monopolio de la impunidad.