Nuestro problema es que andamos buscando siempre el bien mayor
estableciendo comparaciones falaces. Por ejemplo: buscar la uniformidad a
costa de atacar la identidad. Soy hombre, blanco, heterosexual, europeo,
español, y todo esto me "obligan" a decirlo, porque es inasumible que todo
sea igual. Cada cosa es la que es. Imposibilitados moralmente para acatar la
fusión de todo, se nos obliga a la autoafirmación. Y no hay escapatoria
posible que no pase por la autoafirmación, salvo que nos sometamos a la
mentira. Y por cierto que lo dicho me recuerda a la falacia del Nirvana,
aumentada en la mayor: no existe lo mejor, existe el hombre. (La falacia
dice que 'lo mejor es enemigo de lo bueno'. Y en efecto, lo mejor es
enemigo del hombre).
La igualdad es absolutamente indeseable por incompatible con la libertad.
Fin del hilo.