La humanidad de Manolo en 'Bajo el sol de la dehesa'


Era casi una niña cuando sospechaba que las personas instruidas, doctas o sabias poseían una mente especial con respecto a los demás: los  percibía preclaros, dado que observaba como controlaban las situaciones de forma  diferente...  Dicho razonamiento se iría en mí acentuando con la emisión de “La Clave”, donde escuchaba los debates que se hacían en  La 2, de TVE, después de concluir la proyección de la película, basada en el tema a tratar. Aún recuerdo cómo José Luis Balbín moderaba aquellas interesantes tertulias, en donde se invitaba a influyentes personalidades para que expusieran sus posturas.

Para mí fue todo un descubrimiento escuchar a los contertulios cómo abanderaban sus ideas a capa y espada, de la misma forma que se practicase la esgrima, nada más que con palabras: florituras, pensamientos, ideologías... pretendían llevarse el gato al agua... hasta convencer al gran público).  Desde entonces me di cuenta del inmenso poder que cobra la expresión; no obstante, para defender una postura determinada, había que tener las ideas muy claras. Recojo un apunte de mi amigo Manolo en el que dice que hay estudiar mucho sobre un tema para que no te tumben.

Indagas en las grandes mentes y, te das cuentas, que un día fueron ingenuas, igual que la de todos nosotros; no obstante, a la larga, la del hombre especial, difiere en “el que es sabio e inteligente presta atención y aprende más”; pero lo que no imaginaba, es que, la mente de ciertas personas cultas, den más valor a las cosas sencillas  –os dejo la voz de Manolo–: “ dormir una noche en el campo, oyendo ladrar a los mastines”.

Carmen Fernández-Daza (Licenciada en Filología Clásica y doctora en Filología Española...) dice (en el homenaje que se le hizo –sigo  con Manolo– en el Día del Bibliófilo,  un 14 de mayo  de 2016): “con respeto, afecto y entusiasmo”; y añade una cita  de Cicerón: “en el mundo hay una notoria escasez de hombres firmes, estables y constantes”, y, –este amigo nuestro–, continúa describiéndolo Carmen “tiene esas tres cualidades, entre otras muchas como la alegría(...)”; yo me atrevo añadir: el gusto por conservar las costumbres extremeñas, entre ellas, el rescate de antiguos guisos, sabores, rituales culinarios (Manolo es hortelano, tiene un pequeño huerto situado en la terracita de su casa); el afán por conservar las costumbres de nuestros ancestros, citar las distintas referencias filosóficas; análisis crítico literario, fundamentalmente extremeños. Gran parte de estas definiciones de su carácter,  obras, costumbres, etc., están vivamente reflejadas en Bajo el sol de la dehesa,  el último libro suyo de los casi cincuenta títulos que ya tiene en su haber. Le acompaña una magnífica portada, hecha por el pintor Eduardo Naranjo (compañeros de colegio en Monesterio, pueblo natal de ambos).

Incontables citas, referencias, lecturas... terminan por reflejan la humanidad de Manolo en Bajo el sol de la dehesa; de hecho, en el prólogo escrito por Dr. José María Fernández Gutiérrez nos perfila que es “un hombre, sabio, erudito, ponderado y amante de los libros”. Hay otras definiciones suyas, que lo confirman: “La sabiduría le viene por su inquietud y preparación” (no nació así de sabio); le viene de fuentes como Rouseau que él mismo aplica en su vida: “educar no es solo dejar vivir, sino vivificar, ayudar a vivir bien, alimentando el cuerpo y el alma para trascender esa vida”. Lo ha demostrado y, actualmente, lo sigue demostrando: imparte sus conocimientos  en el Programa de Mayores de la Universidad de Extemadura.

Un hombre, como él, es fácil de adivinar que posea una gran preparación: Licenciado en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca y en Filosofía por la Complutense de Madrid,  se doctoró con una tesis sobre el Krausismo en Extremadura; ha sido Profesor de Antropología Cultural en la Escuela Universitaria Santa Ana, de Almendralejo;  Miembro del Equipo de Estética de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Sevilla;  Director de los Institutos “Pedro de Valdivia”,  de Villanueva de la Serena; desde 1976 fue catedrático de Instituto hasta su jubilación; en 2005 Académico de Número de la Real Academia de las Letras y las Artes y en 2011  le fue concedida la Medalla de Extremadura... entre muchos otros reconocimientos de prestigio que nos hemos quedado por  enumerar.

No obstante, la poética de mi amigo Manolo no le viene porque haya estudiado... sino porque ha sabido plasmar sus “adentros” líricos, ya maduros, colmados de sensualidad y de belleza en sus  imágenes. De muestra:  Ya nada me dices  de Bajo el sol de la dehesa.

Ya nada me dices muerto mío. / La tierra, lucha insaciable de tierras y canciones, / se come tus palabras, / reposan los vocablos / y el aire no rompe / las diáfanas ondas del silencio. / Escucho temerosos mis latidos / que hoy no vibran ayuntados. / Se envejece tu carne / con el yugo vegetal de la amapola / sin la suave canción de los minutos. / Sumidas van las voces / por los cauces telúricos / y, rota la garganta, tú no puedes / amasar el aliento y traducirlo / en verbo enamorado.

 El propio Manolo nos desvela en Ese animal simbólico  (uno de sus ciento tres artículos) del libro que hoy nos ocupa: “Tanto más culta es una persona, cuanto más cultivada está, es decir mejor conoce e interpreta los símbolos”.  Significa que  podemos irnos superando, si es nuestra meta: uno de los valiosos mensajes que Manolo, o Manuel, nos  va dejando con su ejemplo de “Vida Literaria”.

No sería suficiente pues que, una obra densa, rica y bien documentada, como es Bajo el sol de la dehesa,  tan sólo fuese considerada un registro de buen hacer, si detrás no estuviese una persona  humanitaria; de nada valdría escribir lo bien que se pudiese si no se es querido, admirado, y homenajeado por muchos de nosotros... No cabe duda de que, en Don Manuel, aflora el germen  de la sabiduría.

Un buen árbol da cobijo y jugosos frutos. Don Manuel Pecellín Lancharro cobija en su sabio enjuiciamiento crítico a poetas, escritores, artistas... que caen en sus justas manos: todo un ejemplo de humanidad, del hombre sabio y erudito; que Ama y que Goza con la Cultura.

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