Por Ezequiel Tena 
Los catalanes despiertan de la pesadilla de su sinrazón, y ésta es una maravilla de lección histórica que darle al mundo. La resistencia al totalitarismo fascista, plagada de sorna, humor y autenticidad va a ser un movimiento imparable. Tenemos que estar alerta y prevenidos contra nuestra clase política de todo pelaje, pues se trata de un movimiento que apela a la ciudadanía, a la igualdad de derechos y deberes, a la preminencia del derecho del individuo sobre el pretendido derecho del territorio. Temo que los políticos pretenden implementar un movimiento estratégico y disimulado para dirigir esa suma de conciencias individuales como una masa con el objetivo de modificar la Constitución para su propio provecho e interés. Las últimas palabras de Borrell deberían alertarnos de lo que se cuece en los despachos. A espaldas de los españoles se prepara un guiso de la España a dos velocidades: catalanización y euskaldización que contente y atempere a los nacionalistas. El catalán que se siente español y el vasco que se siente español no quieren eso. Quieren más España, no más infamia ni más diferencia que violente la tranquilidad, la unidad y la libertad de sus vidas. La apelación a la recuperación del afecto es un embuste maquiavélico y sentimentaloide que producirá efectos adversos en el futuro: violencia larvada que explotará en unos años. Los pasos que deberían darse para restituir el afecto son los contrarios: dejar de promocionar el desafecto. Pero esa traición que se gesta en los despachos no funcionará. Estamos alerta.