Por Ezequiel Tena 
No me gusta que me llamen fascista, qué le voy a hacer...
No me gusta que me llamen patriota de hojalata ni que afirmen que el patriotismo de "la derecha" se reduce a gritar un viva a España. Qué le voy a hacer...
Pongamos que pago impuestos, que amo a mi país, que allá dónde voy represento conscientemente más que lo que como individuo soy, que me siento embajador. Pongamos que, al menos en lo que se refiere a mi voluntad, trato de hacer mi bien y de paso el bien de los que me rodean (esto no siempre sale como deseo).
Pongamos que respeto honestamente la ley, que para cada norma que quisiera cambiar entienda y asuma el cauce que la misma ley contempla: pongamos entonces que desee que los intercambios se mantengan en el terreno de la legalidad. Pongamos que no me gusta la situación: que piense que verdaderamente puede revertirse por la vía democrática. Pongamos que le doy la máxima importancia las reglas del juego: pongamos que identifico el respeto escrupuloso de las reglas de juego con la salud de la convivencia; que sin dicho respeto se quiebra la convivencia.
Entonces pongamos que pongo de relieve que un partido constitucional jamás tomará el poder por asalto; que en la base de un partido constitucional está interiorizado que democracia es mucho más que sufragio universal y formación de mayorías.
Pongamos que democracia es el cuadro con su marco; que el lienzo sin el marco se desparrama y ésta es la amenaza que se cierne sobre la democracia. Pongamos que no creo en la ingeniería social porque violenta el devenir espontáneo del ritmo social. Tensar la elástica siempre trae consecuencias.
Pongamos que voto a VOX.
Pongamos que: ¡Viva España!